Breve introducción
Este artículo, no tiene otra finalidad que dar una mirada muy particular, personal y subjetiva sobre la realidad de las vivencias que se desarrollan en el seno de la Escuela Rural uruguaya. Si bien, nos vamos a referir a un caso en particular, la mayor parte de lo que comentamos, sin dudas, es aplicable a la mayoría de los centros educativos con similares características. Reitero que no abordamos la presente publicación pretendiendo haber realizado un trabajo acabado o exhaustivo, sino nada más un aporte que mantenga en el centro de atención a lo que sin dudas es una institución en sí misma: "Las Escuelas Rurales". Lo que a continuación leerán es mi muy modesta colaboración personal a un trabajo de investigación y seguimiento sobre la educación fuera de los medios urbanos, realizado en conjunto con profesionales de mayor renombre en el ámbito académico uruguayo. Dicho trabajo fue presentado en el "Quinto Seminario Internacional Sobre Educación Rural" llevado a cabo entre el 14 y el 16 de Octubre de 2014 en el "Centro Agustín Ferreiro".
Como siempre quedamos abiertos y a la espera de sus opiniones y comentarios.
Nuestra
llegada
Nuestro arribo al local de la Escuela Rural
200 de Santa Lucía del Este, se produjo sobre el mediodía, minutos antes de que
las maestras y los alumnos de dicho centro educativo detuvieran las actividades
curriculares para almorzar. Lo cual realizan todos los estudiantes de
diferentes grados al mismo tiempo, compartiendo sin distinción alguna un
espacio común de sociabilización activa y espontánea, condicionada únicamente
por el grado de afinidad personal existente entre los niños, expresada en los
lugares que cada uno elije ocupar en la mesa.
En los primeros momentos algunas miradas,
mezclas de curiosidad y desconfianza, de la misma forma que comentarios en voz
baja, dejaron en evidencia además de la incertidumbre por el motivo de nuestra
visita, el hecho de que los alumnos intentaban procesar la presencia de un
cuerpo extraño dentro de su medio habitual de caras conocidas. A instancias de
la Maestra Directora el grupo multidisciplinario fue invitado a compartir con
los alumnos y las maestras este momento, lo cual hizo que rápidamente nos
encontráramos integrados en la dinámica de la vida cotidiana del centro
educativo propiciando el acercamiento.
Teniendo en cuenta que nuestra presencia en
la escuela tenía como razón primordial observar y analizar las particularidades
y singularidades del desenvolvimiento de los niños en los años previos a su
ingreso en la educación secundaria; para poder pensar y planificar un tránsito
con el menor impacto negativo posible. Este acercamiento nos permitió percibir
como primer descubrimiento la importancia y la necesidad por parte de los
educadores a todo nivel, de acercarse e integrarse en las rutinas comunes de
los alumnos como forma de generar lazos de cercanía y empatía con ellos. Y esta
necesidad, podemos concluir desde ya, no es patente solamente a nivel de la
enseñanza primaria, sino por el contrario va en aumento a medida que los
educandos comienzan a transitar por instancias superiores de formación. Queda
cada vez más claro el beneficio recíproco que conlleva para todas las partes
integrantes del sistema educativo, la promoción de espacios y momentos de
acercamiento más allá de lo curricular, generando sentimientos de confianza,
retroalimentación y conocimiento mutuos.
Durante el desarrollo del almuerzo pudimos
apreciar como las maestras cumplen cabalmente con funciones y actividades
asociadas comúnmente al rol maternal más que al académico. Por ejemplo:
repartiendo ellas mismas el pan y la fruta a los comensales, dando consejos y
normas de comportamiento en la mesa a los niños, enseñándoles la importancia de
compartir con el compañero, etc. Es
decir haciendo de algo cotidiano y ordinario una experiencia de acercamiento y
didáctica de aplicación práctica para la vida en sociedad.
¿Somos capaces de dar a los alumnos las dos
mitades en la educación?
Tal cual ya se referenció al comienzo mismo
de esta ponencia, fue en el transcurso del almuerzo que escuchamos decir
por parte de una alumna la frase: “Yo
quiero las dos mitades, maestra”.
En principio parece una frase acuñada en la
más tierna inocencia, pero si nos concentramos en ella con ojos más agudos y la
analizamos en profundidad con espíritu crítico nos surgen por lo menos dos
preguntas íntimamente relacionadas con la tarea docente y alguno de los temores
y dudas que nos asaltan diariamente. ¿Cuáles son las dos mitades en la
educación? ¿Somos capaces cada uno de nosotros y el sistema educativo en su
conjunto, de proporcionarles a los alumnos las dos mitades de la manzana y no
sólo una parte seccionada de ella?
Parece bastante claro que la enseñanza a
cualquier nivel debe tomar integralmente al ser humano y no solamente una parte
o atributo de él, para tener posibilidades de rendir frutos sociales que a
partir de cada individuo se reflejen luego en la comunidad de forma beneficiosa
para todos sus integrantes. En otras palabras una enseñanza que prepare seres
humanos para vivir en sociedad debe ineludiblemente humanizar a esos seres y no
al revés. Dicho de esta forma parece algo bastante obvio, sin embargo las
escuelas rurales son de los pocos lugares dónde por diferentes circunstancias
podemos apreciar un esfuerzo institucional por lograr ese equilibrio, entre
aprender y ser con el entorno.
Si tomamos la educación y la comparamos con
la mencionada manzana, distinguimos dos partes iguales que conforman el todo.
Por un lado una que contiene componentes que alimentan nuestra razón, nuestro
intelecto y busca primordialmente desarrollar nuestras capacidades cognitivas.
Y por otro lado tenemos la otra mitad compuesta por lo emocional y sensorial, la que nos predispone para
recibir conocimientos e incorporarlos en lugar de rechazarlos. Si
emocionalmente no logramos predisponer al alumno para el aprendizaje,
contemplando sus peculiaridades, sus fortalezas y dificultades, mal podemos
pensar en transmitirles conocimientos de forma efectiva.
Una vez desarrolladas las actividades
planificadas para ser llevadas a cabo directamente con los alumnos objetivos de
nuestra visita, percibimos la importancia del aprendizaje en comunidad y no
estratificado rígida y únicamente por edades, grado o ciertas presuntas
capacidades subjetivas y estandarizadas al estilo de la producción en serie.
Sin tomar en cuenta los intereses del propio educando, es decir transformando
el objetivo de la actividad educativa en un objeto inanimado al cual se debe
moldear sin contar con su voluntad. De la misma forma vimos en la práctica como
las maestras de esta escuela aplican un concepto educativo muy moderno y que
está siendo desde hace ya un tiempo, campo de amplio tratamiento por parte del
mundo académico. Nos referimos a la importancia de tomar en cuenta y reconocer
claramente que es lo que el alumno “Ya
sabe” sobre un determinado tema, antes de plantearnos la tarea de enseñarle
algo sobre dicho tema.
Éste es el segundo logro que pudimos
distinguir a lo largo de nuestra visita a la escuela rural. La igualdad entre
los alumnos, incluidos algunos con evidentes problemas para el aprendizaje,
viene dada desde el conocimiento personal de cada uno de ellos, y la capacidad
de las maestras para adaptar la asimilación de los conocimientos a las formas
que pueden ser correctamente interpretadas y asimiladas por cada alumno o grupo
de alumnos según el caso. Lograr que el niño o el adolescente consideren el
espacio común de aprendizaje como un lugar amigable y grato es una condición
previa imprescindible para conseguir la apertura cognitiva predisponiéndolos a
aprender. El no poder sostener dicha condición durante el traspaso de la
enseñanza primaria rural a la secundaria, pueden explicar muchas caídas en el
rendimiento de los estudiantes. Y sin ánimo de ser concluyentes, dilucidar este
tipo de temas o aportar elementos para su estudio se encuentra dentro del eje
axial de nuestra tarea.
¿Por qué la Escuela Rural?
En lo personal cursé estudios primarios en
el medio rural, pero luego por distintas circunstancias he estado
ocasionalmente vinculado también a escuelas urbanas teniendo la oportunidad de
apreciar y comparar ambas realidades. Sin dejar de reconocer los esfuerzos y
logros de todo el sistema de educación primaria en cualquier contexto, siempre
termino percibiendo que cuando nos referimos a la generación de vínculos,
sentimientos de pertenencia y cercanía
con el centro y desde él hacia los demás, la escuela rural-por su formato y
dinámica educativa- es la que obtiene los resultados más notorios y notables.
En este tipo de instituciones lo primero
que se percibe es un proceso de apropiación positiva por parte de la comunidad
en la que se encuentra inserta, y esto se refleja luego en la actitud que los
hijos de esa comunidad adoptan hacia la misma escuela. Con un agregado que
considero fundamental, y es que los “Hijos del pueblo” comparten el mismo lugar
de formación que los “Hijos de las élites” de esas micro sociedades locales.
Lográndose de esa forma un entramado social dentro de la comunidad y con la
escuela como centro, mucho más sólido y profundo que los generados a partir de
otras realidades.
En
este aspecto puntual, la falta de posibilidades para acceder a otra formación y
en otros medios, redunda en un beneficio para la creación de lazos de
pertenencia sólidos y transversales a todos los integrantes de la comunidad.
Lazos que se prolongan luego en el tiempo más allá de las posibilidades de
elección futura a las que se pueda acceder.
D.R.B