lunes, 30 de marzo de 2015

Una visión cercana de la Escuela Rural uruguaya.

  Breve introducción

  Este artículo, no tiene otra finalidad que dar una mirada muy particular, personal y subjetiva sobre la realidad de las vivencias que se desarrollan en el seno de la Escuela Rural uruguaya. Si bien, nos vamos a referir a un caso en particular, la mayor parte de lo que comentamos, sin dudas, es aplicable a la mayoría de los centros educativos con similares características. Reitero que no abordamos la presente publicación pretendiendo haber realizado un trabajo acabado o exhaustivo, sino nada más un aporte que mantenga en el centro de atención a lo que sin dudas es una institución en sí misma: "Las Escuelas Rurales". Lo que a continuación leerán es mi muy modesta colaboración personal  a un trabajo de investigación y seguimiento sobre la educación fuera de los medios urbanos, realizado en conjunto con profesionales de mayor renombre en el ámbito académico uruguayo. Dicho trabajo fue presentado en el "Quinto Seminario Internacional Sobre Educación Rural" llevado a cabo entre el 14 y el 16 de Octubre de 2014 en el "Centro Agustín Ferreiro".
Como siempre quedamos abiertos y a la espera de sus opiniones y comentarios.


Nuestra llegada
   Nuestro arribo al local de la Escuela Rural 200 de Santa Lucía del Este, se produjo sobre el mediodía, minutos antes de que las maestras y los alumnos de dicho centro educativo detuvieran las actividades curriculares para almorzar. Lo cual realizan todos los estudiantes de diferentes grados al mismo tiempo, compartiendo sin distinción alguna un espacio común de sociabilización activa y espontánea, condicionada únicamente por el grado de afinidad personal existente entre los niños, expresada en los lugares que cada uno elije ocupar en la mesa.
   En los primeros momentos algunas miradas, mezclas de curiosidad y desconfianza, de la misma forma que comentarios en voz baja, dejaron en evidencia además de la incertidumbre por el motivo de nuestra visita, el hecho de que los alumnos intentaban procesar la presencia de un cuerpo extraño dentro de su medio habitual de caras conocidas. A instancias de la Maestra Directora el grupo multidisciplinario fue invitado a compartir con los alumnos y las maestras este momento, lo cual hizo que rápidamente nos encontráramos integrados en la dinámica de la vida cotidiana del centro educativo propiciando el acercamiento.
   Teniendo en cuenta que nuestra presencia en la escuela tenía como razón primordial observar y analizar las particularidades y singularidades del desenvolvimiento de los niños en los años previos a su ingreso en la educación secundaria; para poder pensar y planificar un tránsito con el menor impacto negativo posible. Este acercamiento nos permitió percibir como primer descubrimiento la importancia y la necesidad por parte de los educadores a todo nivel, de acercarse e integrarse en las rutinas comunes de los alumnos como forma de generar lazos de cercanía y empatía con ellos. Y esta necesidad, podemos concluir desde ya, no es patente solamente a nivel de la enseñanza primaria, sino por el contrario va en aumento a medida que los educandos comienzan a transitar por instancias superiores de formación. Queda cada vez más claro el beneficio recíproco que conlleva para todas las partes integrantes del sistema educativo, la promoción de espacios y momentos de acercamiento más allá de lo curricular, generando sentimientos de confianza, retroalimentación y conocimiento mutuos.
   Durante el desarrollo del almuerzo pudimos apreciar como las maestras cumplen cabalmente con funciones y actividades asociadas comúnmente al rol maternal más que al académico. Por ejemplo: repartiendo ellas mismas el pan y la fruta a los comensales, dando consejos y normas de comportamiento en la mesa a los niños, enseñándoles la importancia de compartir con el compañero, etc.   Es decir haciendo de algo cotidiano y ordinario una experiencia de acercamiento y didáctica de aplicación práctica para la vida en sociedad.


  

    ¿Somos capaces de dar a los alumnos las dos mitades en la educación?
   Tal cual ya se referenció al comienzo mismo de esta ponencia, fue en el transcurso del almuerzo que escuchamos decir por parte de una alumna la frase: “Yo quiero las dos mitades, maestra”.
   En principio parece una frase acuñada en la más tierna inocencia, pero si nos concentramos en ella con ojos más agudos y la analizamos en profundidad con espíritu crítico nos surgen por lo menos dos preguntas íntimamente relacionadas con la tarea docente y alguno de los temores y dudas que nos asaltan diariamente. ¿Cuáles son las dos mitades en la educación? ¿Somos capaces cada uno de nosotros y el sistema educativo en su conjunto, de proporcionarles a los alumnos las dos mitades de la manzana y no sólo una parte seccionada de ella?
   Parece bastante claro que la enseñanza a cualquier nivel debe tomar integralmente al ser humano y no solamente una parte o atributo de él, para tener posibilidades de rendir frutos sociales que a partir de cada individuo se reflejen luego en la comunidad de forma beneficiosa para todos sus integrantes. En otras palabras una enseñanza que prepare seres humanos para vivir en sociedad debe ineludiblemente humanizar a esos seres y no al revés. Dicho de esta forma parece algo bastante obvio, sin embargo las escuelas rurales son de los pocos lugares dónde por diferentes circunstancias podemos apreciar un esfuerzo institucional por lograr ese equilibrio, entre aprender y ser con el entorno.
   Si tomamos la educación y la comparamos con la mencionada manzana, distinguimos dos partes iguales que conforman el todo. Por un lado una que contiene componentes que alimentan nuestra razón, nuestro intelecto y busca primordialmente desarrollar nuestras capacidades cognitivas. Y por otro lado tenemos la otra mitad compuesta por lo emocional  y sensorial, la que nos predispone para recibir conocimientos e incorporarlos en lugar de rechazarlos. Si emocionalmente no logramos predisponer al alumno para el aprendizaje, contemplando sus peculiaridades, sus fortalezas y dificultades, mal podemos pensar en transmitirles conocimientos de forma efectiva.
   Una vez desarrolladas las actividades planificadas para ser llevadas a cabo directamente con los alumnos objetivos de nuestra visita, percibimos la importancia del aprendizaje en comunidad y no estratificado rígida y únicamente por edades, grado o ciertas presuntas capacidades subjetivas y estandarizadas al estilo de la producción en serie. Sin tomar en cuenta los intereses del propio educando, es decir transformando el objetivo de la actividad educativa en un objeto inanimado al cual se debe moldear sin contar con su voluntad. De la misma forma vimos en la práctica como las maestras de esta escuela aplican un concepto educativo muy moderno y que está siendo desde hace ya un tiempo, campo de amplio tratamiento por parte del mundo académico. Nos referimos a la importancia de tomar en cuenta y reconocer claramente que es lo que el alumno “Ya sabe” sobre un determinado tema, antes de plantearnos la tarea de enseñarle algo sobre dicho tema.
   Éste es el segundo logro que pudimos distinguir a lo largo de nuestra visita a la escuela rural. La igualdad entre los alumnos, incluidos algunos con evidentes problemas para el aprendizaje, viene dada desde el conocimiento personal de cada uno de ellos, y la capacidad de las maestras para adaptar la asimilación de los conocimientos a las formas que pueden ser correctamente interpretadas y asimiladas por cada alumno o grupo de alumnos según el caso. Lograr que el niño o el adolescente consideren el espacio común de aprendizaje como un lugar amigable y grato es una condición previa imprescindible para conseguir la apertura cognitiva predisponiéndolos a aprender. El no poder sostener dicha condición durante el traspaso de la enseñanza primaria rural a la secundaria, pueden explicar muchas caídas en el rendimiento de los estudiantes. Y sin ánimo de ser concluyentes, dilucidar este tipo de temas o aportar elementos para su estudio se encuentra dentro del eje axial de nuestra tarea.


¿Por qué la Escuela Rural?

   En lo personal cursé estudios primarios en el medio rural, pero luego por distintas circunstancias he estado ocasionalmente vinculado también a escuelas urbanas teniendo la oportunidad de apreciar y comparar ambas realidades. Sin dejar de reconocer los esfuerzos y logros de todo el sistema de educación primaria en cualquier contexto, siempre termino percibiendo que cuando nos referimos a la generación de vínculos, sentimientos de pertenencia  y cercanía con el centro y desde él hacia los demás, la escuela rural-por su formato y dinámica educativa- es la que obtiene los resultados más notorios y notables.
    En este tipo de instituciones lo primero que se percibe es un proceso de apropiación positiva por parte de la comunidad en la que se encuentra inserta, y esto se refleja luego en la actitud que los hijos de esa comunidad adoptan hacia la misma escuela. Con un agregado que considero fundamental, y es que los “Hijos del pueblo” comparten el mismo lugar de formación que los “Hijos de las élites” de esas micro sociedades locales. Lográndose de esa forma un entramado social dentro de la comunidad y con la escuela como centro, mucho más sólido y profundo que los generados a partir de otras realidades.
   En este aspecto puntual, la falta de posibilidades para acceder a otra formación y en otros medios, redunda en un beneficio para la creación de lazos de pertenencia sólidos y transversales a todos los integrantes de la comunidad. Lazos que se prolongan luego en el tiempo más allá de las posibilidades de elección futura a las que se pueda acceder. 

D.R.B